Inteligencia Artificial: Ética, Productividad Y Trabajo

La historia de la humanidad está entrelazada con la evolución tecnológica, una narrativa que oscila entre momentos de avance gradual y explosiones de progreso. Desde el instante en que se dominó el fuego hasta la era de la IA, esta travesía es un testimonio del ingenio y la determinación humana.

 

El Fuego descubierto, alrededor de 400,000 años atrás fue el punto de partida en la relación entre el ser humano y la tecnología. El control del fuego desencadenó mejoras en la alimentación, seguridad y comodidad, si bien el desarrollo tecnológico seguía un ritmo sereno en un mundo prehistórico.

 

La Invención de la Rueda alrededor del 3500 A.C., marcó un hito en el transporte y la industria, pero su difusión y evolución variaron en distintas culturas, avanzando con paciencia.

 

La Revolución Industrial (siglo XVIII - XIX) un capítulo de avance veloz, impulsado por la mecanización y la energía de vapor. La creación de máquinas y fábricas reconfiguró la sociedad y la economía en un período breve.

 

La Era Digital (siglo XX – XXI) la electrónica, la computación y las comunicaciones definieron esta era de cambio rápido. La invención de la computadora, el nacimiento del internet y la telefonía móvil revolucionaron aspectos fundamentales de la vida moderna.

 

La IA (siglo XXI): La creación de algoritmos y sistemas que pueden aprender y ejecutar tareas humanas marcó el surgimiento de la IA. La capacidad de las computadoras para procesar volúmenes masivos de datos y automatizar tareas intrincadas ha avanzado con velocidad, encontrando aplicaciones en medicina, industria e investigación.

 

Teniendo el contexto de la importancia de la evolución de la tecnología y su relación con el ser humano, las distintas épocas de desarrollo de la tecnología y los momentos de mayor aceleración de esta tuvo una oportunidad inigualable con la pandemia COVID-19.

 

En un mundo que ya transitaba el sendero de la digitalización, el impacto de la pandemia del COVID-19 fue el factor desencadenante que elevó esta evolución a una auténtica transformación digital. Así, lo que se estaba construyendo durante décadas se expandió y fortaleció drásticamente, conduciendo a una nueva era de adaptación tecnológica.

 

Antes del brote pandémico, la sociedad ya estaba inmersa en un proceso de digitalización. La adopción de la informática, la internet y los dispositivos móviles había allanado el camino hacia un estilo de vida más interconectado y eficiente. Aunque empresas e instituciones se encontraban en un proceso gradual de traslado a lo digital, este cambio se daba de forma fragmentada y en ocasiones pausada.

 

Con la propagación del COVID-19, el mundo fue obligado a repensar su enfoque en lo laboral, lo social y lo cotidiano. La necesidad de distanciamiento social incentivó una adopción veloz de soluciones tecnológicas para mantener la continuidad de las actividades diarias. El trabajo remoto, la educación virtual y las consultas médicas en línea se volvieron la norma en un abrir y cerrar de ojos.

 

La transformación digital que se catapultó durante la pandemia trascendió la mera adaptación tecnológica. Las empresas se vieron forzadas a redefinir sus modelos de negocio, dando paso a innovaciones en la entrega de servicios, el comercio electrónico y la automatización. La atención médica remota se expandió, llevando la asistencia sanitaria a los hogares. Las conexiones sociales también hallaron nuevas formas de expresión en plataformas digitales y redes sociales.

 

Mientras el mundo se recupera y ajusta a las nuevas realidades, la transformación digital persiste. La pandemia dejó una marca profunda en nuestra comprensión y utilización de la tecnología. La dependencia de la conectividad digital, la colaboración virtual y la automatización se consolidó de manera significativa. Lo que hubiera tomado años se concretó en cuestión de meses.

 

En esta nueva incursión en el mundo de la transformación digital, actualmente observamos cómo la IA está impulsando la productividad en las empresas a través de la automatización de procesos. 

 

La IA ha dejado de ser una simple novedad para convertirse en un motor esencial que impulsa la eficiencia en el ámbito empresarial. A medida que nos adentramos más en la era digital, la automatización se está convirtiendo en un socio fundamental para potenciar la productividad.

 

Una de las gemas más brillantes en el mundo de la automatización son los chatbots, esos asistentes virtuales que han cambiado la forma en que las empresas interactúan con sus clientes. Tan es así que se espera que el 85% de las interacciones con clientes sean manejadas por chatbots para el año 2025.

 

Aquí es donde se pone emocionante. Las empresas que han adoptado chatbots han visto aumentos hasta del 90% en la eficiencia operativa. Imaginen reducir a la mitad el tiempo que se dedica a tareas monótonas y repetitivas. 

 

Un caso muy sonado es el de la Start Up DUKAAN, cuando su CEO Suumit Shah decidió despedir al 90% de su personal de atención al cliente por hacer un cambio a atención por una IA, muchas personas pensaron que no funcionaría, pero disminuyo el tiempo de respuesta a la atención de 1 minuto 44 segundos a instantáneo y el tiempo de solución de consultas de los clientes de 2 horas 13 minutos a 3 minutos 12 segundos.

 

La productividad se disparó de una manera impresionante y no solo eso, sino que también los costos del equipo de atención a clientes disminuyo en 85%.

 

Los chatbots también están allanando el camino hacia un servicio al cliente sin interrupciones. Al estar disponibles las 24 horas del día, los 7 días de la semana, están cambiando la forma en que las empresas brindan atención. Esto lleva a una mayor satisfacción y fidelidad del cliente.

 

A medida que la tecnología sigue avanzando, los chatbots solo son el comienzo en términos de automatización. La IA se está involucrando en tareas más complejas y procesos especializados. Esto se traduce en una mayor agilidad y adaptabilidad para las empresas en una constante evolución.

 

Con esta evolución inmediata y aún con falta de regulaciones respecto del uso y consecuencias de la IA nos vemos envueltos en una incógnita, ¿Qué sucederá con la ética e integridad?

 

Aquí nos aventuramos en un territorio esencial donde la IA y la ética convergen en un cruce intrigante. Nuestro deber es explorar cómo estos elementos convergen y afectan a las empresas, a los seres humanos, la toma de decisiones y las nuevas aristas que se presentarán.

 

A medida que la IA se integra en la sociedad, las cuestiones éticas se vuelven inevitables. Su capacidad para analizar big data y prever patrones podría convertirse en un recurso vital para resolver cualquier contingencia de manera más eficaz. Sin embargo, esta capacidad viene acompañada de una responsabilidad igualmente grande: asegurarnos de que se emplee de manera ética y legal.

 

La integridad es la piedra angular de cualquier sistema de justicia y legalidad. Al usar la IA se convierte en un imperativo que los algoritmos sean imparciales y que no perpetúen prejuicios ni discriminación. La cuestión de la equidad se vuelve apremiante en un mundo donde la IA toma decisiones que pueden cambiar vidas y libertades.

 

La IA tiene la capacidad de extraer información valiosa de grandes conjuntos de datos, pero también nos enfrenta a dilemas de privacidad. ¿Hasta dónde debemos permitir que la IA indague en la vida personal de las personas? La línea entre recopilar información y violar la privacidad es delgada y nos insta a una profunda reflexión.

 

No debemos olvidar que detrás de la IA hay seres humanos que diseñan, entrenan y supervisan los sistemas. La formación y supervisión humana son fundamentales para garantizar que la IA funcione dentro de los límites éticos y legales.

 

A medida que seguimos el rastro de la ética en la era de la IA, es evidente que estamos en un momento crucial. La tecnología evoluciona a un ritmo vertiginoso y nuestra capacidad para mantenernos al tanto de sus implicaciones éticas determinará el futuro de la justicia y la sociedad en su conjunto. 

 

En este escenario dinámico definido por la era de la IA, nos enfrentamos a un dilema que trasciende la tecnología en sí misma: ¿Será esta revolución un catalizador del desarrollo laboral o una amenaza que pone en riesgo los roles y las oportunidades de los trabajadores?

 

La automatización impulsada por la IA está remodelando los paisajes laborales. Si bien es innegable que esta ola tecnológica está dando lugar a la eficiencia, la optimización de procesos y nuevas fronteras en la industria, se alza una pregunta inquietante: ¿Qué posición ocupará el ser humano donde las tareas simples y constantes son asumidas por computadoras?

 

La capacidad de adaptación y evolución ha sido una constante en la historia humana. No obstante, la velocidad a la que la IA está transformando las dinámicas comerciales podría superar incluso la destreza más ingeniosa en adaptación. La competencia con algoritmos y robots por roles que implican procesamiento de datos y ejecución de tareas está ejerciendo una presión sin igual en los trabajadores.

 

La transformación promovida por la IA no golpea a todos por igual. Los trabajadores con habilidades especializadas y competencias técnicas podrían tener una ventaja en este nuevo escenario. Sin embargo, aquellos que se ocupan de tareas manuales y repetitivas podrían ser los más impactados. Esta disparidad en el impacto tiene el potencial de ampliar las brechas en el progreso laboral.

 

En medio de este torbellino de cambios, se plantea una pregunta imperiosa: ¿Cómo podemos preparar a los trabajadores para afrontar los desafíos de la era de la IA? La educación y el desarrollo de nuevas habilidades son vitales. Es crucial implementar un enfoque sistemático para dotar a los trabajadores con competencias en tecnología, análisis y solución de problemas, para que puedan competir en un mercado laboral en constante transformación.

 

En conclusión, a lo largo de la historia humana, la evolución tecnológica ha tejido una trama de avances graduales y saltos espectaculares. Desde el dominio del fuego hasta la era actual de la IA, este relato revela la tenacidad y el ingenio inquebrantable de la humanidad. Cada fase de transformación tecnológica ha dejado su impronta en la sociedad, desde la rueda hasta la Revolución Industrial y la Era Digital. La pandemia de COVID-19 irrumpió como un catalizador imprevisto, acelerando aún más la marcha hacia la transformación digital. La urgencia de adaptarse rápidamente llevó a la adopción vertiginosa de soluciones tecnológicas, redificando prácticas tradicionales y abriendo un camino hacia la reinvención de los procesos laborales y sociales.

 

Con la IA tomando un protagonismo ascendente, emerge un nuevo capítulo de promesas y desafíos. La revolución actual está elevando la productividad empresarial a través de la automatización, destacando el papel fundamental de la IA en la alteración del panorama laboral. Sin embargo, esta evolución no está exenta de cuestiones éticas. El impacto de la IA en la toma de decisiones, la privacidad y la equidad nos coloca frente a un dilema profundo. A pesar de la innegable capacidad de la IA para analizar datos y anticipar patrones, la necesidad de resguardar la integridad, la privacidad y la equidad se convierte en una prioridad ineludible. La manera en que equilibremos la innovación tecnológica con la responsabilidad ética delineará el curso de la interacción entre la IA y la humanidad, ejerciendo influencia sobre la relación laboral y el camino del progreso en los años por venir.

 

Joab García 

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